Lodi Gyaltsen Gyari South China Morning Post / OpEd artículo 11 de septiembre de 2010 He pasado gran parte de las últimas tres décadas en representación de Su Santidad el Dalai Lama, en las conversaciones con los líderes chinos. A través de estos años de diálogo intermitente, he tratado de lograr que los dirigentes chinos entiendan la voluntad del pueblo tibetano y la visión de Su Santidad, en la búsqueda de un camino común para la paz y la reconciliación. A través de los años, también he sido testigo de un cambio drástico en la naturaleza y en la estructura de los dirigentes chinos - a partir de la determinación arrasadora de la era de Deng Xiaoping, a la habilidad política y a la amplitud de miras de Hu Yaobang; a las limitaciones institucionales y a la falta de asertividad en los últimos años. Cuando había un liderazgo visionario, pudimos ver que China fue capaz de tomar medidas que ayudaron a preservar la unidad e integridad del país, a promover los intereses de todos sus ciudadanos y a crear una imagen internacional positiva. La actitud de los dirigentes chinos con la cuestión tibetana, tiene una incidencia directa en la construcción de una sociedad armoniosa en China y en su imagen en el escenario mundial. Como parte de mi trabajo he tratado de entender las razones detrás de la actitud actual de los dirigentes chinos, y se puede pensar en tres posibles formas de pensar. La primera es la opinión de que China se está modernizando y que todos los pueblos étnicos deben modificar sus aspiraciones personales para adaptarse a esta nueva identidad. Los sostenedores de este punto de vista en China parecen no tener en cuenta y socavan la identidad diferenciada del pueblo tibetano. Beijing parece confundir la estabilidad artificial en las áreas tibetanas, como una señal del consentimiento tibetano. Pero este no es el silencio de la complacencia o de la satisfacción. Más bien, es el silencio de la creciente desesperación y de la amargura - lo que se multiplica en las condiciones represivas. Es, francamente, el tipo de silencio en el que se siembran para el futuro, las semillas de la violencia y de la inestabilidad. La segunda mentalidad es que si las autoridades chinas tienen éxito en la mejora de las condiciones económicas en las áreas tibetanas, las preocupaciones del pueblo tibetano serán abordadas y el tema desaparecerá.
Este, de nuevo, es un enfoque muy estrecho para la solución del problema tibetano. La marginación económica del pueblo tibetano es una realidad que los dirigentes chinos deben enfrentar, teniendo en cuenta que las estadísticas oficiales colocan a los tibetanos en el extremo inferior de la escala del desarrollo económico.
Sin embargo, tal y como los académicos chinos y los expertos en la cuestión tibetana saben, los tibetanos tienen un gran respeto por su cultura, la cual ha hecho una contribución positiva al desarrollo de la nueva China. A esta identidad cultural y espiritual hay que darle espacio para florecer y prosperar entre el pueblo tibetano. Eso no puede lograrse únicamente mediante el desarrollo económico, por muy bien intencionado que éste sea. La integración económica sin ningún tipo de respeto y sensibilidad de su cultura, va a conducir a un mayor resentimiento del pueblo tibetano. Este fue el claro mensaje que las autoridades chinas recibieron en las protestas del 2008, en todo las áreas tibetanas. La tercera mentalidad, es que China debe esperar hasta el fallecimiento del actual Dalai Lama, cuando la cuestión tibetana desaparecerá de manera natural. Este pensamiento se basa en la creencia de que un movimiento sin líder y desorientado, se fragmentaría en pedazos y, finalmente, se volvería irrelevante. Esta es una forma de pensar fuera de lugar por muchas razones, y muy contraproducente para el futuro de la propia China. Aquellos que se suscriban a este punto de vista no entienden que la fragmentación de hoy ya no significa irrelevancia, significa incertidumbre radical y un riesgo mucho mayor. Lejos de desvanecerse, el movimiento político tibetano se reinventará a sí mismo en ausencia del actual decimocuarto Dalai Lama, y se convertirá en algo mucho más complejo y difícil de manejar. Es descorazonador ver hasta qué punto los líderes chinos se han desplazado desde los primeros días de las valientes reformas. Los líderes que llegué a conocer a principios de 1980, compartían una convicción acerca de su papel histórico en el logro de la difícil transición que se necesitaba en la China post-Mao. Los líderes como Hu Yaobang, entienden que la grandeza del futuro de China reside en las acciones responsables de sus líderes, para llevar a cabo las bases necesarias para alcanzar la verdadera estabilidad. Hu pidió políticas valerosas en relación con el Tíbet. Debido a que él era abierto y honesto, se atrevió a actuar, se atrevió a enfrentar la realidad y se atrevió a asumir la responsabilidad, se ganó los corazones del pueblo tibetano. Es mi esperanza que los líderes de hoy aprovechen la oportunidad, y tengan el coraje para enfrentar las difíciles verdades de la actual Tíbet, lo que refleja el tipo de valentía en la visión mostrada por Deng y Hu. Por nuestra parte, hemos aclarado formalmente la posición de Su Santidad en el Memorándum sobre la Autonomía Genuina para el Pueblo Tibetano, presentado en la octava ronda de conversaciones en noviembre de 2008. A través del Memorándum y en la nota relacionada, presentada en enero de este año, hemos manifestado de manera clara y definitiva que buscamos una autonomía genuina en el marco de la República Popular de China, de su constitución y de sus leyes. Hemos dejado muy claro que vamos a respetar el interés central de la República Popular de China sobre la soberanía y la integridad territorial, incluido el respeto a la autoridad del gobierno central y a la adhesión al sistema regional, y a la autonomía nacional.
Pero el gobierno central también debe respetar plenamente los derechos legítimos del pueblo tibetano de mantener nuestra identidad propia y única, ya que este es nuestro interés principal.
El liderazgo chino tiene que asumir la responsabilidad y hacer un compromiso serio para hallar una solución real al problema del Tíbet. La urgencia de esa responsabilidad es aún más palpable debido a la singularidad de esta ventana de tiempo actual. Nunca antes ha habido un líder tibetano como Su Santidad, que tiene de manera tan firme y persistente un camino tan desafiante y peligroso, para lograr el cambio con visión de futuro para el pueblo tibetano y el chino. La República Popular China se proclamó un estado multi-étnico, con todas las nacionalidades teniendo un poder de igualdad y de derechos, en lugar de un estado en donde la mayoría tiene el dominio político sobre la minoría. Los líderes de China tienen una opción histórica por hacer: ¿Dirigirán a China hacia un futuro pacífico en el que los tibetanos finalmente tengan un hogar sostenible dentro de un estado moderno chino? ¿O mirarán para otro lado mientras se siembran las semillas de la alienación, con consecuencias negativas para el futuro lejano? Sé que Su Santidad el Dalai Lama ha elegido el lado correcto de la historia. Sólo puedo esperar que los líderes de China tengan a bien hacer lo mismo. Lodi Gyaltsen Gyari es el enviado especial del Dalai Lama y jefe del equipo de negociaciones del Tíbet en las conversaciones con los líderes chinos Reunión: China y Tíbet Por Nicholas Kristof The New York Times 11 de septiembre de 2010 Lodi Gyari, representante del Dalai Lama en Washington, tiene un buen artículo de opinión en el diario South China Morning Post. En particular, él enfatiza dos puntos que creo que Beijing simplemente “no entiende.” Primero: La tercera mentalidad, es que China debe esperar hasta el fallecimiento del actual Dalai Lama, cuando la cuestión tibetana desaparecerá de manera natural. Este pensamiento se basa en la creencia de que un movimiento sin líder y desorientado, se fragmentaría en pedazos y, finalmente, se volvería irrelevante. Esta es una forma de pensar fuera de lugar por muchas razones, y muy contraproducente para el futuro de la propia China. Aquellos que se suscriban a este punto de vista no entienden que la fragmentación de hoy ya no significa irrelevancia, significa incertidumbre radical y un riesgo mucho mayor. Lejos de desvanecerse, el movimiento político tibetano se reinventará a sí mismo en ausencia del actual decimocuarto Dalai Lama, y se convertirá en algo mucho más complejo y difícil de manejar. Eso es exactamente correcto. China está esperando a que el Dalai Lama muera, para que los tibetanos pierdan a su líder y su cohesión. Pero el resultado es que el Tíbet no será más fácil de dominar, sino que es probable que se volverá más violento. Ya existen muchos, muchos jóvenes tibetanos que piensan que el Dalai Lama ha sido demasiado paciente, demasiado conciliador, demasiado pacifista. Esto es particularmente cierto para los exiliados; los tibetanos en China en realidad tienden a ser más pragmáticos y dispuestos a resolver las cosas. Pero, en general, mi impresión es que vamos a ver una resistencia más violenta después de que el Dalai Lama se haya ido. Muchos chinos, indignados por la violencia contra la etnia Han en Lhasa durante las últimas protestas, culpan al Dalai Lama - y es verdad que él fue demasiado lento para condenar este acto de violencia. Pero en general no hay ninguna duda al respecto: Su Santidad ha sido una gran fuerza de contención, que trabaja contra la violencia. Así que mi impresión es que después de que el Dalai Lama muera, el Tíbet llegará a parecerse más a Xinjiang. Las violaciones de los derechos humanos recibirán menos atención, porque el Dalai Lama no estará ahí para llamar la atención sobre ellos. Pero las protestas serán más violentas y más comunes, y habrán algunos genuinos terroristas trayendo armas desde el extranjero. El otro problema cuando muera el Dalai Lama, es que cualquier tipo de solución a la cuestión del Tíbet va a requerir concesiones dolorosas por ambas partes. No está claro que el Dalai Lama esté dispuesto a hacer el tipo de concesiones necesarias, pero si que probablemente podría llevar al pueblo tibetano sobre sus espaldas. Por el contrario, después de que él se haya ido, simplemente no hay nadie que pueda unir a los tibetanos y persuadirlos de aceptar las concesiones necesarias. La posibilidad de una solución política pacífica morirá con el Dalai Lama. Yo expliqué que un acuerdo se vería como en esta columna de 2008. En esencia, los tibetanos aceptarían el inequívoco dominio chino a cambio de una verdadera autonomía, una mayor libertad lingüística, cultural y religiosa, y pondría freno a la migración china en las áreas étnicas tibetanas. El segundo punto importante de Lodi Gyari es la siguiente: Es descorazonador ver hasta qué punto los líderes chinos se han desplazado desde los primeros días de las valientes reformas. Los líderes que llegué a conocer a principios de 1980, compartían una convicción acerca de su papel histórico en el logro de la difícil transición que se necesitaba en la China post-Mao. Los líderes como Hu Yaobang, entienden que la grandeza del futuro de China reside en las acciones responsables de sus líderes para llevar a cabo las bases necesarias para alcanzar la verdadera estabilidad. Hu pidió políticas valientes en relación con el Tíbet. Porque él era abierto y honesto, se atrevió a actuar, se atrevió a enfrentar la realidad y se atrevió a asumir la responsabilidad, se ganó los corazones del pueblo tibetano. Lo que Lodi Gyari no reconoce es el desfase. A principios de 1980, Hu Yaobang y Zhao Ziyang estaban dispuestos a hacer un trato con el Dalai Lama - pero fue Su Santidad quien se resistió. Después de la Revolución Cultural, los tibetanos simplemente no se fiaban de Beijing y pensaron que el tiempo estaba de su lado. Ellos hicieron un mal cálculo histórico en la década de 1980, y luego la ventana de negociación se cerró con la salida de Hu Yaobang y Zhao Ziyang. A lo mejor se vuelve a abrir con algún futuro equipo líder, pero el Politburó actual no está dispuesto a hacer las concesiones necesarias. En su lugar, opera bajo la falsa ilusión de que las cosas van a mejorar después de que el Dalai Lama muera. El Dalai Lama ha sido extraordinariamente eficaz con la opinión pública mundial, pero ha sido espectacularmente ineficaz con la circunscripción que más importa – los funcionarios y el público chino. No es demasiado tarde para que se dedique a mejorar sus habilidades del mandarín, hablando más para el público chino, y tratando de trasladarse a China. La solicitud de mudarse allí, por ejemplo Beijing, pondría a China en una caja. No creo que Beijing lo aceptaría, pero sería por lo menos una señal del deseo del Dalai Lama para resolver las cosas con los dirigentes chinos. La pista que seguimos en un desastre. Más chinos Han se están mudando al Tíbet, destruyendo su carácter tradicional, el cual se habrá ido para siempre. Un acuerdo político es la única manera de prevenir esto y evitar la violencia, pero es difícil ver venir un acuerdo como este. ¿Usted que piensa?
Traducido al español por Lorena Wong.
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