LA TIMIDEZ DE OBAMA SOBRE EL TÍBET
El silencio de la administración Obama sólo alienta los abusos de China.
Por Ellen Bork
The Wall Street Journal / 19 de agosto de 2010
Reimpreso el mismo día en la Iniciativa de Política Exterior
A lo largo de los últimos años, las políticas represivas de Beijing tienen cada vez más alienados a los tibetanos. Una indicación fue el levantamiento de marzo de 2008 y los disturbios en el Tíbet. Sin embargo, Beijing no respondió moderando sus políticas, sino intensificando la represión –lanzando una campaña de orientación de “educación patriótica” y dirigiéndola a los miembros de la élite educada, muchos de los cuales se habían llevado bien, e incluso florecieron dentro del sistema comunista. Entre ellos se encuentra el escritor Tragyal, que estuvo asociado largamente con la editorial estatal, quien ahora está a la espera de juicio bajo cargos de “separatismo”, y Tashi Dorje, un empresario y propietario de un hotel, que recibió una sentencia de por vida en junio, por su supuesta colaboración con grupos de derechos humanos en el extranjero.
Beijing ha adoptado el mismo enfoque ante las críticas desde el extranjero sobre su manejo del Tíbet, incrementando las inversiones de manera significativa, a través de la identificación del Tíbet como un “interés fundamental”. Beijing ha dado aviso de que a menos que el mundo adopte una “interpretación correcta” del Tíbet, rechazando cualquier visión contraria a la línea del Partido Comunista; habrán consecuencias para las relaciones bilaterales, y que será difícil para China cooperar en la recuperación económica mundial o en otro tipo de cuestiones.
Washington se ha doblegado ante la presión. El Presidente Obama se negó a programar una reunión con el Dalai Lama, hasta después de su visita de noviembre de 2009 a Beijing; aunque allí, sí habló sobre el Tibet. Después, el Embajador de EE.UU. en Beijing, Jon Huntsman, adoptó la línea de Beijing, indicando que la reunión del Presidente con el Dalai Lama, y las recientes ventas de armas de EE.UU. a Taiwan, habían “pisoteado un par de intereses fundamentales de China”. Estas acciones tienen serias implicaciones para el apoyo de EE.UU. al Tíbet, para los activistas por la libertad dentro de China y para el Dalai Lama y su gobierno democrático en el exilio.
A menudo, cuando los funcionarios chinos presentan su postura sobre el Tíbet, altos funcionarios de EE.UU. ceden terreno al no decir nada públicamente. De hecho, las palabras “Tíbet” y “Dalai Lama” han ido desapareciendo del vocabulario de la administración. Declaraciones oficiales de Washington sobre el terremoto de abril en Yushu, una zona que es 97% del Tíbet, no hicieron referencia a los tibetanos o al Tíbet.
El silencio fue aún más preocupante en las importantes conversaciones en el Diálogo Estratégico y Económico - DS&E entre los EE.UU. y China, el cual fue celebrado en Beijing en mayo. El Consejero de Estado, Dai Binguo, presentó en su discurso la postura de China sobre el Tíbet en una sesión conjunta, pero la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, no respondió o mencionó públicamente al Tíbet. Se permitió a agencia Xinhua, la agencia de noticias oficial China, manifestar la postura de EE.UU.
En una conferencia de prensa habitual varios días más tarde, el portavoz del Departamento, PJ Crowley, desvió una pregunta sobre la forma en que se manejó el tema del Tíbet durante las conversaciones, diciendo: “Es difícil para mí desde el otro lado del mundo describir todo lo que hemos discutido”, a pesar de haber hecho observaciones de la postura de EE.UU. sobre Birmania y Corea del Norte, las cuales fueron presentadas en el DS&E.
El silencio de la administración Obama es peculiar, ya que la política de EE.UU. sobre el Tíbet es clara. Explicada en la Ley de Política de Tíbet; ésta apoya, entre otras cosas, a las conversaciones entre el Dalai Lama y Beijing y al respeto de los derechos humanos de los tibetanos y del patrimonio religioso, lingüístico y cultural.
Las administraciones pasadas han llevado a cabo fielmente esta política. El informe anual de 2009 sobre las negociaciones que exige la ley, entre Beijing y el Dalai Lama, describe amplias reuniones sobre el Tíbet entre el Presidente George W. Bush y el Secretario General, Hu Jintao; así como entre los interlocutores chinos y otros funcionarios estadounidenses, tales como el Coordinador de Asuntos del Tíbet, una posición creada por primera vez por la Secretaria de Estado Madeleine Albright.
La actual Coordinadora del Tíbet, la Subsecretaria de Estado para Asuntos Mundiales, María Otero, no fue incluida en la gigante delegación de EE.UU. para el Diálogo Estratégico y Económico. Su predecesora en el cargo, Paula Dobriansky, viajó a China en cuatro ocasiones y se reunió con el Dalai Lama 13 veces. El informe correspondiente a 2010, previsto para marzo, no se presentó sino hasta el miércoles al Congreso.
La minimización de la administración sobre el Tíbet, socava a los intelectuales liberales y activistas chinos, que han criticado las políticas de Beijing sobre el Tíbet con un gran riesgo para ellos mismos. Después de la sublevación de marzo de 2008, un grupo chino de reflexión llamado la Iniciativa de Constitución Abierta, publicó un informe desafiando la postura de Beijingacerca de que los disturbios fueron incitados por el Dalai Lama y criticando la represión que vino después. Esta organización fue más tarde clausurada y su personal hostigado.
Además, 29 intelectuales, abogados y activistas firmaron una carta abierta en marzo de 2008, apoyando el diálogo con el Dalai Lama y urgiendo a poner fin a la propaganda oficial que lo difama a él y a los tibetanos. Uno de ellos, Liu Xiaobo, fue procesado por sus escritos bajo cargos de subversión y condenado a 11 años de cárcel.
Los funcionarios estadounidenses ahora deberían saber, que no se gana nada al aceptar un comportamiento autoritario de China sobre el Tíbet o sobre cualquier otra cuestión. El adaptarse a la “comprensión correcta de Beijing” sobre el Tíbet, no sólo socava al Dalai Lama y a los derechos humanos de los tibetanos, sino también al propio “interés fundamental” de los Estados Unidos al permitir que ésta sea respetada en el Tíbet y en China. Para tener credibilidad, los Estados Unidos debe practicar clara y públicamente una política bien establecida sobre el Tíbet.
Ellen Bork es miembro superior de la Iniciativa de Política Exterior en Washington, DC, y también es miembro de la Junta de la Campaña Internacional por el Tíbet. Este artículo fue originalmente escrito para el Wall Street Journal - Asia y publicado el 19 de agosto de 2010.
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