Represión en China
Por Nicholas Bequelin, The International Herald Tribune, 7 de abril de 2011
HONG KONG – Ha sido el arresto de Ai Weiwei, uno de los más conocidos artistas contemporáneos de China y un abierto crítico del gobierno chino, lo que ha llevado al mundo a tomar noticia de que Beijing está en medio de la mayor represión sobre los disidentes en una década, una que difiere en forma inquietante en el alcance, las tácticas y los objetivos de las campañas previas.
Las autoridades claramente están echando una red más amplia sobre todos los defensores de los “valores globales”, la forma codificada en China para derechos humanos, gobierno de la ley y libertad de expresión. Están en la mira desde los disidentes veteranos a los abogados, activistas por los derechos, coordinadores de ONGes, periodistas, escritores, artistas e incluso internautas comunes.
Es las pasadas 6 semanas, Human Rights Watch ha registrado más de cien casos de detención por defensa a lo largo del país. Ocho de los principales abogados en derechos humanos de China fueron arrestados a mediados de febrero y no se ha sabido de ellos desde entonces. Más de veinte personas están enfrentando persecución por el vagamente definido delito de “incitar a la subversión” lo que incluye criticismo del Partido Comunista. Escritores, bloggers y críticos han sido amenazados con el arresto.
Los métodos de las autoridades son también distintos esta vez. Pasada la confianza en las detenciones de corto plazo y el arresto domiciliario, la rama de la Oficina de Seguridad Pública Nº1 –la policía secreta a cargo de la “seguridad doméstica”- ha optado por una mezcla de arrestos por cargos de seguridad del estado y tácticas extrajudiciales tales como desapariciones, intimidación física o palizas a manos de matones vestidos de civil, así como amenazas de torturas y represalias contra los miembros de la familia y compañeros de trabajo.
Este cambio a las tácticas extrajudiciales fue tácitamente reconocido por las autoridades, cuando un portavoz del gobierno advirtió, el 3 de marzo, que “la ley no es una coraza” para la gente que “crea problemas en China”.
Los objetivos de la actual represión también difieren de las campañas previas. Sacudidos por las revueltas de África del Norte y el Medio Oriente, y cediendo a las demandas de un aparato de seguridad que ha sido radicalmente fortalecido desde la época de los Juegos Olímpicos de 2008, el liderazgo chino ha lanzado un asalto contra todos los críticos al gobierno en un intento por reafirmar el control sobre una sociedad civil cada vez más firme.
La lección que Beijing ha aprendido de los levantamientos del Medio Oriente es que la Internet puede ser el punto de partida de protestas populares en gran escala y que ha contribuido en efecto para difundir los “valores globales”, tales como la libertad de expresión y los derechos humanos. En las mentes del liderazgo, estos factores generan una urgente necesidad de reafirmar el control.
Durante los recientes años nada menos que una revolución en la comunicación ha tenido lugar en China. Gracias a la Internet, las redes sociales y el microblogging, una nueva generación de ciudadanos chinos –particularmente aquéllos suficientemente valientes para tratar de evadir la censura y la vigilancia- han tenido la oportunidad de acceder a la información y experimentar con la genuina libertad de expresión.
Cuando los bloggers ven su sitio web “armonizado” –el eufemismo para ser clausurado por las autoridades- ellos simplemente abren otro en otro lugar.
Incluso la Gran Muralla no es totalmente efectiva: bloqueado en China, Twitter ha sido ampliamente usado para compartir información y construir un sentido de comunidad, entre los previamente aislados activistas.
La dimensión transformadora de esta revolución sobre las expectativas de la política de China es un enorme desafío para el sistema de un partido. También subraya la creciente divergencia entre las dos visiones del futuro político de China.
Una es de una sociedad que los ciudadanos chinos quieren construir ahora cuando su país ha emergido como una potencia global y segunda economía en el mundo, un orden social que no necesariamente excluye al Partido Comunista, en un cierto papel de liderazgo.
La otra, es la visión del Partido de que es necesario no sólo asegurar su liderazgo, sino excluir la división en sus propias filas. Esta opinión está basada no en la confianza, sino en la inseguridad, desconfianza en la sociedad civil y miedo a las consecuencias de una aceptación de los valores globales.
En este sentido, la presente represión es más que una rutina por descartar a los críticos, es un esfuerzo por redefinir los límites permisibles de expresión y hacer retroceder los avances hechos por la sociedad civil china, durante la década pasada.
La voz de la comunidad internacional en esta coyuntura es crucial porque Beijing sopesará esa respuesta antes de decidir un curso de acción. El silencio en las primeras semanas de la represión ha envalentonado a las autoridades y fue probablemente decisivo en la decisión de ir detrás de alguien tan prominente como Ai Weiwei.
Una “diplomacia silenciosa” fue intentada cuando Liu Xiaobo, laureado con el Premio Nobel de la Paz de 2010, fue arrestado en diciembre de 2008. Él está sirviendo ahora una sentencia a 11 años de prisión, su esposa está entrando en su cuarto mes de arresto domiciliario.
Mensajes inequívocos a Beijing de que su conducta es inaceptable e ilegal pueden no garantizar que esta nueva represión se detenga, pero un fracaso al hablar asegurará su continuación.
|